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febrero 21, 2006

S'ENFUIR

Su mirada estaba atravesándome la nuca y yo me negaba a darme media vuelta. Ya tenía suficiente con el dolor en el pecho para todavía aguantar la recriminación de sus ojos. Simplemente no me di vuelta. Por supuesto, la evasión de su mirada no disminuyó en nada la presión que hacía su mirar escarlata sobre mis pensamientos.

"Huyes de nuevo..." Sus pasos se acercaron a mi pero no podía girarme, ya no por voluntad sino por la falta de ella. "¿Has luchado tanto y durante tanto tiempo para terminar volviendo aquí? ¿Crees que la oscuridad va a protegerte? ¿De verdad piensas que puedes enterrar tus lágrimas en la noche sin luna?"

Sus manos atraparon mi cintura y sentí su frente apoyándose sobre mi espalda mientras yo sólo quería seguir agazapada en la noche. Comencé a temblar y cerré los ojos, su tacto siempre ha logrado turbarme a niveles indescriptibles. Besó mi hombro y me abrazó con mayor fuerza aún. "No puedes seguir huyendo."

"Así es como sé enfrentar mis problemas." Me atreví a responderle e inmediatamente me arrepentí. Me giré hacia ella y la abracé con todas mis fuerzas buscando el calor y el perdón que siempre encontré de niña en su regazo. Como entonces, me acarició el cabello y sentí ese cariño frío que la caracteriza.

"No estás enfrentando nada, sólo estás huyendo. Tarde o temprano todos esos problemas de los que has huído te alcanzarán y cuando eso suceda, ¿crees que vas a poder enfrentarte con todos ellos al mismo tiempo?"

Sus labios encontraron los mios dejando una caricia suave sobre ellos. Abrí los ojos y me enfrenté a los de ella, no esperaba encontrar una lágrima amenazando con escapar apenas un parpadeo le diera la oportunidad. Victoria sonrió y acarició mi rostro como lo ha hecho durante años. "Antes eras sólo un cachorro y te funcionaba venir a esconderte en la oscuridad de tu habitación. Ya no eres un indefenso bebé, tienes la fuerza para defenderte, para hacerle frente a aquello que te atemoriza. No vuelvas a mi sólo porque estás huyendo. Ya pasamos esa etapa."

Se alejó de mi envuelta en el mismo vestido blanco con el que me visitó durante años, con el que la conocen todos. Su piel pálida brillaba con la luz de la luna y repentinamente me sentí extremadamente estúpida de llorar agazapada en la oscuridad, como si su negrura pudiera protegerme de todo. Me levanté y encendí la luz... escapar ya no era una opción.

Por Kamatz @ 10:40 p.m.     Comentarios